Las condiciones de humedad y la temperatura entre el sujeto y la cama así como entre el sujeto y el ambiente, condicionan la sensación térmica. Es necesario para el confort que el intercambio de calor esté equilibrado, es decir, que no haya una pérdida masiva de calor ni que el exceso de calor tenga dificultad para su eliminación. La temperatura del cuerpo debería permanecer constante durante el sueño: cuando el aislamiento térmico es demasiado bajo el cuerpo se enfría, provocando rigidez muscular y trastornos en el sueño; cuando el aislamiento térmico es demasiado alto, la transpiración aumenta, provocando una excesiva humedad relativa y las molestias en el sueño ya comentadas. La capacidad de aislamiento térmico de la cama depende principalmente del núcleo del colchón y de su capa superior. Cuando el calor que se debe eliminar del cuerpo es excesivo para el enfriamiento normal, se segrega sudor que al evaporarse enfría la superficie de la piel. Este mecanismo sólo funciona si el sudor evaporado es transportado al ambiente para evitar la sensación de bochorno (humedad). Además la humedad generada no debe quedar en el colchón para evitar la formación de microorganismos y hongos en el mismo. La regulación de la humedad depende principalmente de las capas superiores del colchón (aproximadamente un 80%). El núcleo del colchón es relativamente importante (aproximadamente un 20%), en la medida en la que actúa como un canal para transportar la humedad capturada entre la capa superior y el ambiente.
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